Inmigración

Continúan miles travesía por el Darién para llegar a frontera

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El flujo de personas en la jungla genera dudas sobre si EU seguirá con el menor índice de cruces fronterizos

Lajas Blancas, Panamá— Una familia de Venezuela baja de una canoa que los llevó durante tres horas por el Río Chucunaque en la jungla del Darién. Realizaron la travesía con un niño de 2 años, sostenido firmemente por su abuelo, para pasar por un puesto de revisión de las autoridades panameñas.

Su mirada perdida es un indicio de su traumática situación.

“Es muy, pero muy perturbador”, dijo el hombre en español cuando le pidieron que describiera su travesía de cuatro días por la jungla del Darién.

“Cuando arribamos en botes, el río estaba crecido y la gente que venía después de nosotros murió, muchos murieron”, dijo su hija, sollozando. Sus compañeros migrantes, incluyendo algunos niños, se los llevó el río caudaloso debido a las lluvias.  Ellos no saben cuántos.

Nadie sabe cuántas personas mueren tratando de cruzar la Región de Darién en Colombia y Panamá con la esperanza de llegar a la frontera entre Estados Unidos y México.

Aunque el gobierno panameño recolecta buena información acerca cuántos salen de la jungla, no existe un conteo similar en Colombia sobre el número que ingresa a ese lugar.

Aunque los peligros de pasar por allí, que desde hace tiempo ha sido considerada como una selva impenetrable, no han disuadido a los migrantes. Cientos de miles han cruzado desde el 2021 para llegar a las comunidades fronterizas de El Paso-Juárez y otras que están entre Estados Unidos y México para encontrar una entrada a Estados Unidos.

Miles más están en camino

El número de extranjeros que atraviesan la frontera en El Paso y otras comunidades entre Estados Unidos y México han estado disminuyendo de los anteriores niveles altos registrados hasta el 12 de mayo, cuando Estados Unidos endureció el acceso al asilo al terminar las políticas de la pandemia que permitieron una rápida expulsión a los que cruzaban.

Sin embargo, el continuo flujo humano por la selva del Darién, un acceso clave para la gente que migra de Sudamérica, ha generado dudas acerca de si el menor índice de cruces en la frontera de Estados Unidos puede continuar.

Hace 13 días, unas 500 personas se subieron a las canoas, conocidas como piraguas –en Lajas Blancas, una población en donde se encuentran uno o dos centros de recepción de migrantes que el gobierno panameño estableció a la orilla de la jungla del Darién. Un número similar arribará a otro centro de recepción panameño en la población de San Vicente.

El 20 de junio fue el Día Mundial de los Refugiados, desde entonces pasado 83 días desde que Estados Unidos, Panamá y Colombia anunciaron un plan de 60 días para “terminar con el movimiento ilícito de personas y productos por el Darién”.

Claramente, eso no está sucediendo.

Lo que necesitamos saber 

La Región del Darién abarca 60 millas de jungla montañosa que une a Colombia en Sudamérica con Panamá en Centroamérica. La zona es un parque nacional de Panamá y un Sitio de Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Se le llama región porque es la única área a lo largo de las 19 mil millas de la Carretera Panamericana desde Alaska hasta Argentina que no está pavimentada.

Las rutas de extranjeros a través esta cambian frecuentemente. Aunque actualmente, los caminos más comunes son para personas que se dirigen a Necoclí en el Noreste de Colombia y toman un bote para cruzar al Golfo de Urabá para llegar al lado panameño de la jungla.

La travesía por la región usualmente toma de tres a cinco días. Aunque para las personas que tienen lesiones o problemas de salud, puede llevarles hasta 10 días o más. Las temperaturas usualmente llegan a los 90 grados, con lluvia frecuente y una humedad usualmente de 90 por ciento o más alta.

Después que los migrantes salen de ahí, la gente de poblados indígenas como Bajo Chiquito y Canaan Membrillo los lleva en piraguas a un centro de recepción del gobierno a unas horas de retirado.

Más de 40 mil personas cruzaron la Región del Darién en abril, cuando el plan multinacional para cerrar el camino fue anunciado y un número similar cruzó en mayo. Junio ha tenido un ritmo de flujo similar.

La mayoría de los que cruzan son procesados rápidamente por el gobierno panameño y trasladados en autobuses a Costa Rica. Desde allí, generalmente pasan por Nicaragua, luego a Honduras o El Salvador, después a Guatemala y de allí a México, y eventualmente a la frontera entre Estados Unidos y México.

Detener –o por lo menos disminuir– el movimiento de migrantes por la jungla es una parte clave de un esfuerzo multinacional para reducir el número de personas que tratan de llegar a EU huyendo de la pobreza, violencia y opresión en sus lugares de origen.

El Paso Matters formó parte de una delegación que incluyó a expertos y defensores de la migración, desarrollo internacional y política exterior que visitó Panamá del 19 al 22 de junio para entender mejor la situación de la migración en el país, particularmente en el Darién.

La visita fue organizada y financiada por el Centro para la Democracia de las Américas, una institución no lucrativa que promueve el compromiso de Estados Unidos con otros países del Hemisferio Occidental que está basado en el respeto mutuo.

La delegación se reunió con funcionarios de panameños, estadounidenses y de las Naciones Unidas de alto rango, así como también líderes de organizaciones no gubernamentales y organizaciones de ayuda internacional. El equipo también estuvo con migrantes en el Darién y en la Ciudad de Panamá, que es la capital del país.

Las reuniones fueron extraoficiales, lo cual significa que esa información no puede ser atribuida a personas sin su permiso. Aunque surgieron varios temas comunes.

Se espera un tercer año consecutivo de cruces récord a través de la jungla. En los primeros cinco meses del 2023, más de 166 mil personas atravesaron la región, más del total de cruces registrados en toda la década, entre el 2010 y 2019.

Arriba de 400 mil personas podrían cruzar para finales del año, lo cual representa un incremento respecto al récord de 248 mil durante el año pasado.

Una parte creciente de migrantes que atraviesan la Región del Darién traen a sus hijos. Durante mayo, el 20% de quienes que cruzaron en este año traían a sus hijos –la mitad de ellos de 5 años o menores. En mayo, el número de niños que cruzaron el Darién aumentó en 5 por ciento, respecto al mes anterior, aun cuando el cruce de adultos disminuyó en 5 por ciento.

Es improbable que los esfuerzos para “cerrar” el Darién tengan éxito.  El gobierno colombiano ha tenido poca presencia en esa parte de su país, que está mayormente bajo el control del Clan del Golfo, una pandilla criminal organizada. El gobierno panameño históricamente ha tenido poca presencia en esa área poco poblada que está habitada mayormente por indígenas.

Los migrantes que la cruzan enfrentan constantes peligros, por la jungla y los criminales. Los ataques sexuales y robos son comunes. La travesía requiere cruzar varias veces el río y las repetidas inundaciones durante los nueves meses de la temporada de lluvias representan un riesgo de ahogarse. Los piquetes de mosquitos son constantes.

El incremento de la presencia humana en la zona está haciendo un amplio daño ambiental al delicado e importante ecosistema.

Los gobiernos de Estados Unidos, Panamá y Colombia –junto con las Naciones Unidas– han aumentado las campañas de mensajes que pretenden contrarrestar la desinformación e información errónea de organizaciones criminales acerca de la travesía migratoria por el Darién y hacia Estados Unidos.

Esas campañas destacan los peligros de cruzar la jungla, y la dificultad para ingresar a Estados Unidos. Aunque los esfuerzos para luchar contra la problemática tendrá un efecto limitado, porque cientos de miles de personas están huyendo de una pobreza desesperada y una feroz violencia.

Muchos de ellos han escuchado de sus familiares o amigos que hicieron la travesía por el Darién y hacia Estados Unidos que el viaje es peligroso pero posible.

Personas de docenas de nacionalidades, desde lugares tan lejanos como Asia y África, utilizan el Darién como un camino para la migración después de llegar a Colombia.

Sin embargo, aproximadamente el 80 por ciento de los cruces por la jungla en este año han sido de Venezuela, Ecuador y Haití. Muchos venezolanos y haitianos se han establecido anteriormente en otros países sudamericanos, aunque fueron desplazados nuevamente después que la pandemia del Covid-19 arrasó con las economías sudamericanas.

Los indígenas del Darién –que desde hace tiempo han vivido en la pobreza con poco o ningún apoyo de los gobiernos panameño o colombiano– han ganado millones de dólares desde el 2021 proporcionando sus servicios a los migrantes.

Los indígenas los trasladan en sus canoas a la jungla y a los campamentos de recepción del gobierno y les venden comida y otros artículos.

Esos servicios son legales de acuerdo a la ley panameña. Nadie sabe qué les ha pasado a los millones de dólares que inesperadamente están fluyendo a esa área aislada en donde no existe una infraestructura bancaria.

Se desconoce qué efectos tendrán los cambios de política adoptada por la administración Biden en los migrantes del Hemisferio Occidental.

La administración está haciendo que sea más difícil para los extranjeros solicitar asilo aunque también les está ofreciendo ayuda humanitaria para permitir que miles ingresen mensualmente de manera legal a EU.

Los cambios podrían reducir los esfuerzos para migrar a Estados Unidos o podrían provocar que más traten de ingresar al país evadiendo a la Patrulla Fronteriza, usualmente en áreas peligrosas de cruce. Se han entablado demandas para reducir el acceso al asilo y el incremento en el uso de la ayuda humanitaria, lo cual está añadiendo incertidumbre.

Solucionar la migración de Centro y Sudamérica a través de México y hacia Estados Unidos, requerirá una amplia cooperación multinacional, incluyendo el incremento de las oportunidades de migración regular a través del hemisferio.

Los países más afectados por la oleada que cruzan por la jungla –Colombia, Panamá y Costa Rica– usualmente tienen problemas para colaborar unos con otros.

Un día en la jungla

La mayoría de las personas que arriban a Lajas Blancas o a San Vicente abordan autobuses hacia Costa Rica. El pasaje cuesta 40 dólares por persona para cruzar la mayor parte de Panamá que toma de nueve a 12 horas.

Cuando llegan los autobuses, los extranjeros pagan de 100 a 350 dólares por persona al Clan del Golfo para poder entrar a la jungla. Debido a que más de 550 mil personas han pasado por la región desde principios del 2021, el grupo ha recaudado 100 millones o más dólares.

Luego, los migrantes pagan 30 dólares cada uno para cruzar el río en una piragua. Los que no pueden costear el gasto se quedan en los centros de recepción del gobierno a la orilla de la jungla hasta que consiguen el dinero, usualmente de familiares en casa o que están en Estados Unidos y les envían dinero a una sucursal de Western Union del campamento.

La familia venezolana que viajaba con un niño de 2 años, observó cómo se ahogaron sus compañeros en las aguas de la jungla.

El hombre llevaba abrazado a su nieto hasta el puesto de revisión panameño, como lo hizo durante los tres días de travesía.

La familia reanudó su trayecto caminando. Esperan reunirse con los hermanos y hermanas del padre en Texas, pero no saben exactamente en dónde.

“No hemos podido comunicarnos con ellos. Apagamos los teléfonos y no pudimos hablarles. El río se llevó nuestro dinero”, dijo el hombre.

“Perdimos todo”, dijo su hija. “Perdimos dinero y todo lo demás”.

Los oficiales fronterizos panameños se acercaron. “Nos están diciendo que tenemos que irnos”, dijo la hija.

Por Robert Moore / El Paso Matters

Foto: El Paso Matters

Créditos: diario.mx

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